Editorial

Reflexiones post Enade II

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El último Encuentro Nacional de la Empresa (Enade) fue antecedido por los mensajes de presidentes de grandes compañías alertando sobre la paralización de proyectos de inversión y el estancamiento del crecimiento económico que vive el país, desde la última década. Tras la cita, y más allá de la búsqueda de un tono conciliador entre Gobierno y empresarios, surge la pregunta de si se logró o no avanzar en temas fundamentales de la agenda económica.

El diagnóstico parece ser compartido en torno a que el crecimiento es fundamental para mejorar la calidad de vida de las personas; en que la seguridad y el control de la delincuencia son un requisito básico para impulsar la inversión; en la necesidad de avanzar a paso firme en las regulaciones sobre permisología; y en el resguardo de la estabilidad macroeconómica y el control de la inflación.

Existe un diagnóstico compartido sobre la necesidad de crecer, pero persisten las discrepancias sobre qué medidas priorizar.

No obstante, persisten discrepancias sobre las perspectivas futuras y las medidas que deberían priorizarse. Una encuesta de Icare reflejó que el 80% de sus socios tiene en la actualidad proyectos detenidos, escenario que resulta más preocupante si se considera que las grandes decisiones de inversión se toman en un horizonte que contempla las condiciones de no uno, sino de dos gobiernos en adelante. Y en materia de seguridad, el sector privado cuantifica actualmente en unos US$ 4.000 millones los costos que absorbe.

Siendo comprensible que el actual Gobierno no sintonice con la visión que han venido expresando dirigentes gremiales y empresarios en distintas instancias, lo que las autoridades no debieran olvidar es que las empresas no se mueven por motivos ideológicos, sino que reaccionan a condiciones de contexto, incentivos y oportunidades. Así, cuando una compañía chilena opta por privilegiar inversiones en el exterior, lo hace porque estima que es la mejor vía para maximizar el valor de la empresa con una perspectiva de sustentabilidad.

En el mundo globalizado en que vivimos, actuar con pragmatismo -muchas veces por encima de las propias preferencias- es fundamental para ser exitosos, ante el riesgo de perder competitividad internacional, en un entramado regulatorio que afecta a las inversiones y la contratación de trabajadores. Desde la perspectiva de las empresas, acostumbrarse a operar en mercados verdaderamente competitivos, sin ningún tipo de privilegios ni barreras a la entrada, es también un imperativo para lograr legitimidad social y legitimidad política para los proyectos de país que se proponen a la ciudadanía.

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